Todos hemos soñado de pequeños con una vida como los cuentos de hadas. Hemos imaginado nuestras vidas en palacios enormes, con rincones misteriosos y sobrecargadas habitaciones. Palacios con un sinfín de pasillos, cada uno diferente, cada cual más increíble. Pero pocos hemos sido los que a medida que crecíamos, seguíamos pensando en aquellos preciosos palacios en los que todos los sueños se hacían realidad.
Aquellos valientes que se atrevieron fueron tachados de locos, pero ahora que podemos admirar sus obras, nos damos cuenta que lo único de locura que tuvieron fue la idea de hacer realidad sus sueños.
Ese es el ejemplo de Ferdinand Cheval, un humilde cartero que se tropezó con una piedra y a partir de ella diseñó todo un precioso palacio. Primero fue recogiendo aquellas piedras que encontraban en su recorrido de cartero. Tras veinte años ya tenía erigidos los muros exteriores y en los trece siguientes se dedicó a los interiores. El resultado es el que aquí observamos:
Un maravilloso palacio inspirado en las postales que entregaba a sus vecinos.
Tal impacto tuvo la obra que artistas como Breton o Picasso se inspiraron en ella para crear sus respectivos movimientos.
Podemos decir que Ferdinand Cheval es de los pocos arquitectos surrealistas que transformaron sus sueños en realidad.
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